Expediciones fallidas y riquezas ocultas: la Ciudad de los Césares, uno de los misterios mejor guardados de la Patagonia

Argentina está llena de lugares encantadores, cargados de historias sorprendentes; algunos de estos relatos, incluso, están envueltos en un halo de misterio. Desde paisajes naturales de belleza impactante hasta antiguas construcciones con leyendas propias, cada rincón del país guarda secretos que despiertan la curiosidad y fascinan a quienes buscan explorar lo desconocido. En esta oportunidad, se da a conocer una ciudad en particular que, hasta el día de hoy, genera más dudas que certezas.

Se trata de la mítica Ciudad de los Césares: un legendario lugar perdido que, según cuentan, se encuentra oculta en algún rincón de la Patagonia. Desde hace siglos, exploradores y aventureros intentaron dar con ella, supuestamente fundada por sobrevivientes de una expedición española fallida. Se dice que sus calles están llenas de riquezas, pero, pese a todos los esfuerzos, nunca fue hallada. Sin lugar a dudas, este enigma cautiva, hasta el día de hoy, a quienes sueñan con desentrañar sus secretos y mantiene viva una de las leyendas más fascinantes de Argentina.

Desde hace siglos, exploradores y aventureros intentaron dar con ella, supuestamente fundada por sobrevivientes de una expedición española fallida

La leyenda de la Ciudad de los Césares nació en el siglo XVI, en tiempos de la conquista española, y describía un paraje paradisíaco en la Patagonia, donde se encontraba una ciudad sorprendente, repleta de riquezas y metales preciosos. Asimismo, se decía que sus habitantes eran extremadamente ricos y que las tierras que gobernaban eran perfectas para la agricultura y la ganadería.

Las versiones sobre su ubicación variaban: algunos relatos la situaban en un claro del bosque, otros en una península y otros, incluso, en el centro de un lago, accesible solo mediante un puente levadizo. Por las descripciones, abundaban en la ciudad el oro y la plata, con muros recubiertos de estos metales. Con respecto a esto, algunos historiadores interpretaron esta leyenda como un posible intento de la corona española por incentivar la colonización de las lejanas tierras del sur del continente.

Cuáles fueron las primeras referencias que aparecieron

La primera mención de la Ciudad de los Césares data de 1528, durante la expedición de Sebastián Gaboto al Río de la Plata. Fue entonces cuando el capitán Francisco César y un grupo de catorce hombres emprendieron un viaje hacia el oeste y, al regresar tres meses después, relataron que habían encontrado una tierra rica con “ovejas del Perú” (llamas) y una gran cantidad de joyas y metales preciosos.

Con el tiempo, la región empezó a llamarse “lo de César” y luego, la idea de una ciudad inca en la zona llevó a que los habitantes de este lugar misterioso fueran llamados “Césares”. A medida que pasaban los años y no se lograba localizar, las especulaciones sobre su ubicación la situaban cada vez más al sur. Según el investigador Ricardo Latcham, si el sitio mencionado por César se encontraba en las Sierras de Córdoba, la presencia de llamas y metales podría explicarse por la influencia del Imperio Inca sobre las poblaciones locales, como los diaguitas y los comechingones.

Supuestamente, en esta ciudad había gran cantidad de joyas y metales preciosos

En aquella época, también circulaban rumores sobre un asentamiento rico en el sur. En 1535, un grupo de mitimaes incas escapó de la zona de Santiago del Estero después de un fallido intento de rescatar al inca Pablo Inga. Por ende, se creía que estos colonos se habían llevado consigo una gran cantidad de riquezas y que habrían fundado una ciudad inca en algún lugar remoto del sur de Argentina. A lo largo del siglo XVI, informes de indígenas que aseguraban haber visitado esta ciudad alimentaron la leyenda, lo que sumado a los relatos de naufragios en la región del estrecho de Magallanes reforzaba la idea de una ciudad mítica en la Patagonia, habitada por sobrevivientes españoles y colonos incas.

Con el paso de los años, todas estas historias comenzaron a entrelazarse, dando lugar a una leyenda rica en elementos fantásticos, incluida la idea de una “orden templaria” precolombina en la Patagonia. Según algunas versiones, existían tres asentamientos fortificados en esta región, y se creía que sus habitantes habrían ocultado el Santo Grial en estas tierras para protegerlo. Esta orden, sin conexión directa con la Iglesia Católica visible, abandonó estos asentamientos de forma voluntaria y organizada ante la llegada de los españoles, lo que dejó la ciudad sin rastro alguno. De todas formas, la falta de evidencia concreta mantiene viva la leyenda, convirtiéndose en uno de los grandes misterios para los investigadores actuales.

A lo largo de los siglos, numerosos exploradores intentaron desentrañar el misterio de la Ciudad de los Césares. Entre las expediciones más destacadas figuran las de Juan de Ayolas en 1536 y Diego de Rojas en 1543, quien incluso abrió camino para que Francisco de Mendoza continuara la búsqueda. En 1550, fue Núñez de Prado el que emprendió una nueva incursión, mientras que desde el otro lado de los Andes, Francisco de Ulloa partió desde Chile en 1552, acompañado por Francisco Cortés Ojea, que intentó llegar por mar. La lista continúa con Juan Fernández Ladrillero en 1557 y Gonzalo de Abreu en 1579, entre otros. Cada una de estas expediciones incrementó el misterio y el atractivo de esta legendaria ciudad, que parecía permanecer siempre fuera del alcance de quien la buscaba.

A lo largo de los siglos, numerosos exploradores intentaron desentrañar el misterio de la Ciudad de los Césares sin éxito

A mediados del siglo XVII, las expediciones comenzaron a centrarse en las regiones más australes de la Patagonia. Entre 1669 y 1673, el jesuita Nicolás Mascardi emprendió una extensa travesía en estas tierras, llegó al estrecho de Magallanes y fundó una misión en el lago Nahuel Huapi, antes de ser asesinado por los indígenas. La preocupación de las autoridades coloniales por la posible presencia de ingleses y holandeses en las costas patagónicas motivó nuevas expediciones hacia los canales australes, esfuerzos que continuaron a lo largo del siglo XVIII.

Durante los últimos años del período colonial, las búsquedas de la Ciudad de los Césares persistieron, lo que combinó la misión de Mascardi con intereses estratégicos de la corona española. En 1707, se presentó un informe sobre la ciudad perdida y, en 1774, llegaron nuevas noticias sobre ella, lo que impulsó a las autoridades a planear una expedición dirigida por Manuel José de Orejuela, que finalmente no se concretó. A pesar de posteriores intentos de fray Francisco Menéndez y José de Moraleda, el misterio quedó sin resolverse.

La leyenda popular asegura que la Ciudad de los Césares sigue oculta por una niebla mágica, destinada a aparecer solo al final de los tiempos, para asombro de quienes no creen en su existencia.

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