El rey está desnudo: trastienda del peor momento del Milei

Hay una leyenda que circula en el Gobierno desde los primeros días de julio, pero que, luego del palazo en Buenos Aires y de la descomposición política que trajo ese resultado, empezó a tomar vuelo propio. Es sobre la trastienda de la decisión de desarmar las LEFI, el instrumento que venía usando el Banco Central para mantener un gran stock de pesos afuera del mercado.

Según todos los analistas económicos, ese fue el gran parteaguas en el rumbo económico del Gobierno: a contramano de lo que imaginaba el oficialismo, alrededor de un tercio de ese stock (casi 6 de 15 billones de pesos) regresó al mercado, ocasionando el tembladeral que luego se quiso solucionar con una suba fuerte de la tasa de interés. A su vez, esta última decisión fue la que terminó de congelar la economía real, la antesala necesaria a la derrota electoral en el distrito más poblado del país.

Por eso es que la anatomía de ese instante, del desarme de las LEFI, es tan central. Y la historia que circula en la Casa Rosada da cuenta de que ni Luis Caputo ni su staff estaban a favor de avanzar en ese sentido. Que hubo una fuerte discusión entre el ministro y el Presidente. Y que la única palabra para definir con precisión la postura del mandatario es “capricho”. Algo parecido a un nene, que no quiso escuchar lo que le aconsejaban sus colaboradores más cercanos y que, convencido por su propio entorno de que era un sabio economista en camino a ganar el Premio Nobel, impuso su voluntad.

La gran novedad ahora es que ya ni siquiera el equipo económico se encarga de desmentir esta historia. Y que incluso en esa trinchera, la que se supone la última del Gobierno, empiezan a buscar culpables sobre la derrota electoral bonaerense y el sinuoso rumbo que tomó el oficialismo desde entonces. Es que hasta en el primer anillo de la administración lo saben: el rey está desnudo. Y ahora todos lo ven.

Terremoto

En los primeros días de 1848 el legislador Alexis de Tocqueville se levantó de su asiento en la Asamblea Francesa para dar un discurso que quedó en la historia: “Estamos durmiendo sobre un volcán. ¿No se dan cuenta de que la tierra tiembla? Sopla un viento revolucionario y la tempestad ya se ve en el horizonte”. El hombre le advertía a sus colegas que se venía un estallido que los iba a llevar puestos a todos. Muy pocos días después explotaba una revolución en aquel país, que fue tan potente que recorrió el mundo y hasta inspiró a un alemán de larga barba a escribir un manifiesto comunista.

El lunes 15, Santiago Caputo no dijo nada, o no al menos en público. Pero todo en él se asemejaba en espíritu a la preocupación derrotista que tenía Tocqueville casi dos siglos atrás. El asesor estrella se negó a ocupar el lugar que tenía asignado durante la jura de Lisandro Catalán como ministro del Interior. Una silla en la segunda fila del Salón Blanco de la Casa Rosada llevaba su nombre y apellido, justo atrás de su enemigo Martín Menem, casi como si fuera una ironía de las fuerzas del cielo. Iba a ser otro capítulo más de esta conversión ya oficial de monje negro a alguien que sube a los escenarios y participa de las “mesas políticas”.

Pero Caputo prefirió quedarse al fondo, parado durante todo el acto. Casi se podría decir que nervioso, tenso como el saludo frío que cruzó ese día con el Presidente. Los que conocen al estratega dan un paso más allá. “Está agotado. Casi psiquiátrico: pasa del enojo total a una tristeza profunda. Pero no da más. Está afuera del Gobierno”, cuentan. Esa idea del próximo renunciamiento del “Mago del Kremlin” pasó de ser entendida, unas semanas atrás, como un operativo clamor, un último intento de imponerse dentro del Gobierno, a la certeza mortal del final. Y nadie sabe qué puede pasar después de esa más que posible salida.

La derrota electoral y la crisis política que desnudó en el interior del Gobierno antecedieron a una serie de derrotas en el Congreso y a un terremoto en la economía, con disparada del riesgo país y del precio del dólar, y caída en acciones y bonos. Por eso es que en cualquier mesa del círculo rojo -y también del Gobierno- la charla es una sola: ¿hasta cuándo puede aguantar el oficialismo? ¿Hasta cuándo siguen los Caputo en sus puestos? ¿Qué pasa si en octubre tiene una mala performance electoral?

Ruidos

El correlato del envalentonamiento de la oposición y la mala racha del oficialismo es que La Libertad Avanza se convirtió en un caos en el que todos buscan culpables. El ministro de Economía y los suyos apuntan a las malas decisiones que empujó el Presidente y en especial al rumbo de la estrategia política. Los señalados, Karina y su bando, son poco elegantes para devolver las críticas. “Mi mamá es jubilada y no llega a fin de mes”, dijo el flamante legislador bonaerense Maximiliano Bondarenko, que -por si quedaba alguna duda de a quién respondía- fue ractificado por la secretaria general como integrante de la “mesa política” de Buenos Aires, a la que no fue invitado Agustín Romo, jefe de bloque en la Provincia y primera línea del caputismo. Esa interpretación empieza a abrirse paso entre las filas de la otrora tarotista: la mala performance electoral fue producto de malas decisiones en la economía, una bronca que la ausencia de “Toto” Caputo en el búnker bonaerense sólo alimentó. Nunca el error es propio, parecería ser el lema de estas horas en el oficialismo.

El empoderamiento de Karina Milei luego del desastre en la Provincia parecería ser la única certeza en medio de este tembladeral. Se impuso ante su hermano, que quería echar a los Menem y a Sebastián Pareja luego de la derrota. Al menos por ahora: en la Rosada crecen las versiones de que el mandatario está cansado del presidente de la Cámara de Diputados, con el que nunca tuvo demasiada relación -la inexistencia de una selfie entre ambos, paso de comedia obligado en este Gobierno, lo prueba-, y que de una manera u otra lo quiere afuera de esa silla para fin de año. Por ahora es sólo un deseo, la muestra de que los hermanos no siempre piensan lo mismo. Pero lo único en claro es que quien tiene la última palabra en esta dupla es la menor de la familia.

Karina, de hecho, se autoratificó en su puesto de armadora. Viajó a Tucumán a un acto proselista con Menem -aventura que dejó una postal de ella durmiendo sobre el hombro de él en un aeropuerto, imagen que corrió como pólvora en la interna-, estrenó una agrupación libertaria juvenil y estiró su influencia hacia el flamante ministro del Interior. Hay ahí, en la intención de anotarse a Catalán en su bando, una pista de lo que pretende para el Gobierno luego de las elecciones: agrandar su control sobre áreas sensibles del Estado, la mayoría de las cuales hoy están en manos del Santiago Caputo, aunque también aparecen los ministerios de Seguridad y Defensa que Bullrich y Petri están por dejar vacantes. Ante la duda, “Lule” Menem ya saborea las mieles de la pauta publicitaria de YFP, la gran canilla de dinero para medios amigos que tiene el oficialismo.

La menor de los Milei hizo algo más. Obligó a todo el aparato oficialista que le responde a difundir un texto que decía “Javier es Karina, Karina es Javier”. Esa larga carta autocelebratoria de la secretaria general, que los Menem se encargaron de mover, funcionó en varios niveles: primero para volver a poner de manifiesto quién es efectivamente la persona más poderosa en el Poder Ejecutivo, y segundo como caza de brujas. El silencio y la falta de réplica en las redes de ese mensaje por parte de la tropa caputista sirvieron, para la hermanísima y los suyos, como otra prueba más de que el asesor estrella no juega para el equipo.

Sin embargo, una de las tantas cosas que tiene para lamentar Caputo hoy es que ni siquiera está pudiendo controlar a su propia tropa: varias cuentas importantes del mundo libertario tuitero se declararon en franca rebeldía ante su orden de ponerle un cese al fuego a la guerra interna, decisión que vino luego de una llamada del Presidente a Daniel “El Gordo Dan” Parisini, donde le pidió lo mismo. @monstruogigante, un reconocido tuitero que organizaba clases de “liberalismo muscular” -entrenamientos en el gimnasio con bajada de línea libertaria-, se dedica todos los días a tirarle dardos envenenados a Karina Milei, y se convirtió en un nuevo referente de las bases. Por ahora, es de los pocos: el grueso de los integrantes de “Las fuerzas del cielo”, que son rápidos para pedir balas para manifestantes o el cierre del Congreso, todavía no se animan a cruzar la línea roja y a criticar abiertamente a la hermanísima. Pero parecería sólo una cuestión de tiempo.

Son todas escenas de la descomposición del Gobierno. El mandatario ya no tiene, ni para su propia base, esa condición de mesías que todo lo ve y que nunca se equivoca. La hermana es el blanco predilecto de las críticas. De fondo se recorta, en el primer anillo del Gobierno, una enorme pérdida de confianza en el rumbo y también en la figura presidencial. En algo coinciden todos los bandos involucrados: en las elecciones de octubre se juega el destino del Gobierno.

Rojo

Entre tanto tembladeral, el resto de los actores también juega. Luego de la condena a Jair Bolsonaro en Brasil, la vicepresidenta sacó un tuit que se interpretó a varias bandas. “Resulta inquietante que en América los presidentes elegidos democráticamente terminen presos”, aseguró Villarruel. ¿Era un mensaje para el brasileño? ¿O un gesto hacia Cristina Kirchner? ¿O estaba haciendo futurología? En el entorno de la compañera de fórmula de Milei están cada vez más convencidos de que el libertario no terminará en tiempo y forma su mandato.

No es la única. Los que hablan con la ex presidenta dicen que en la mesa de arena de ella está también esa posibilidad. Y que no vería con malos ojos a la figura del cordobés Juan Schiaretti, que a fin de año se convertirá en diputado. Al ex gobernador le llegaron esos rumores que salen de San José 1111, y no le hicieron mucha gracia. De cualquier manera, lo cierto es que ese final alternativo de la experiencia libertaria es algo que se baraja en cualquier conversación. El rey está desnudo y no parece que vaya a lograr taparse en los tiempos que vienen.

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