Por Martín Piñeiro y Eduardo Trigo*
La creación del INTA fue parte de un diseño institucional global que intento integrar tres componentes institucionales: a) los programas de apoyo y modernización de la cooperación internacional apoyada en la experiencia de las universidades del sistema de los Land Grant Colleages de los EEUU, b) el CGIAR (Consultative Group for International Agricultural Research) un sistema de centros internacionales de investigación creados y financiados en sus orígenes por las fundaciones Ford y Rockefeller, y c) un componente nacional especializado en la investigación y extensión agropecuaria que, en el caso de Argentina, fue el INTA.
Un sistema interconectado con funciones específicas dedicado a la modernización de la agricultura en los países en desarrollo, a partir del aprovechamiento de lo que ofrecía la ciencia y la tecnología de la época.
En este marco global el INTA fue un modelo organizacional exitoso y cumplió un importante papel en la modernización de la producción agropecuaria del país. Fue un modelo organizacional adecuado para las condiciones del momento, y por eso se extendió a toda América Latina. Hoy la mayor parte de los países de la Región tienen un INTA.
Es sorprendente que un país como Argentina, tan dependiente de las exportaciones agropecuarias para el crecimiento económico y equilibrio de la balanza comercial, pueda estar pensando que la institución encargada de sostener el aumento de la productividad y sostenibilidad de nuestra agricultura, no sea necesaria.
El INTA es una institución imprescindible, pero es necesario repensar su funciones y organización para adecuarlas a las realidades nacionales e internacionales. Realidades tanto productivas y económicas como científicas
El mundo está cambiando rápidamente. Un primer cambio tiene que ver con lo que esta pasando en el escenarios de la ciencia y la tecnología. Los avances en las ciencias de la vida y otros ciencias básicas, las tecnologías de la información y comunicaciones, la ciencias de datos, y la inteligencia artificial, están transformando aceleradamente las formas de hacer investigación y generar nuevas tecnologías.
En paralelo, tanto el sistema global de investigaciones agropecuarias como los mecanismos de transferencia internacional de tecnología están muy deteriorados con relación a lo que eran cuando se creó el INTA.
Por un lado, el CGIAR y los programas internacionales de apoyo están desfinanciados y por el otro, en el marco de un mundo más conflictivo y fragmentado el flujo de la tecnología internacional podría ser cuestionado y/o dificultada como resultado de afinidades políticas. Estas nuevas circunstancias hacen que las capacidades locales, adquieren una importancia crucial.
Por otra parte, las condiciones productivas en la argentina y los mecanismos de difusión del conocimiento han cambiado profundamente.
Tres cuestiones son de particular importancia en la discusión sobre las funciones y organización del INTA: 1)Una nueva generación de productores agropecuarios altamente capacitados, interconectados a través de redes privadas como AACREA y APRESID y con acceso directo a fuentes privadas de tecnología no requieren, al menos en la región pampeana, los tradicionales mecanismos de extensión, 2) las tareas de divulgación tecnológica que ocupa una parte importante del personal del INTA puede ser realizada con la ayuda de la inteligencia artificial de manera mucho más eficiente y menos costosa, 3) el sector privado que produce y vende insumos tecnológicos realiza importantes funciones de investigación y tareas de divulgación de enorme eficacia, y son un vehículo central para la transmisión de conocimientos que eran tradicionalmente realizadas a través de las actividades de extensión.
En este nuevo contexto la gran tarea del INTA es el desarrollo de bienes públicos tecnológicos. Es decir, la expansión y profundización de la base científica dirigida a la producción de tecnologías útiles para la producción agropecuaria.
Esta función es el pilar fundamental imprescindible para que, los otros actores económicos y sociales que participan del proceso de producción, difusión y aprovechamiento del conocimiento científico/tecnológico, puedan cumplir sus funciones especificas
Es decir, debemos pensar en un INTA centrado en la creación del conocimiento y desarrollo de tecnologías de punta y su adaptación a las condiciones productivas y económicas del país. Es decir, un INTA menos ocupado de las tareas vinculadas a la extensión y más aún, al desarrollo rural. Tareas que pueden ser desarrolladas en otros ámbitos institucionales nacionales y/o provinciales
Que el INTA reconozca que su función principal es la investigación y creación de tecnologías y abandone las tareas vinculadas al desarrollo rural tiene una gran importancia desde el punto de vista organizacional. La historia muestra que cuando se juntan bajo un mismo techo las funciones de investigación y desarrollo de tecnologías con las vinculadas al desarrollo rural estas últimas terminan determinando la cultura institucional, las formas de gestión y la atención prioritaria de los órganos de gobierno.
Los cambios institucionales son siempre dolorosos. Sin embargo, en el caso del INTA es un esfuerzo necesario. Nuestra competitividad internacional depende de la eficacia de nuestras estrategias productivas.
Los escenarios actuales en ciencia y tecnología permiten avances impensados hasta hace muy poco tiempo y es imprescindible asegurarnos el acceso a este nuevo mundo. El INTA ha sido un actor clave en el pasado y debemos asegurarnos de que lo siga siendo en futuro inmediato.
*Martín Piñeiro es director del Comité de Asuntos Agrarios del CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales)
*Eduardo Trigo es asesor del BID y del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura)