La designación de Javier Frana como nuevo capitán argentino de la Copa Davis provocó el inicio de una nueva etapa en el ecosistema del tenis nacional. De claro perfil pacificador y conciliador, de habla pausada y conceptual, el santafesino de 57 años aterrizó en la conducción para dejar atrás el efervescente ciclo de Guillermo Coria, en cuyo último año creció una disputa con Horacio Zeballos, número uno del mundo hasta hace dos semanas (actual 4°) y doblista más destacado de la historia del país, marginado sin argumentos deportivos tanto de los Juegos Olímpicos de París 2024 como de la Davis.
«En mi cabeza todos están elegibles. Por su jerarquía, por sus números, Zeballos es uno de los jugadores para tener en cuenta. Todo lo que hubo hacia atrás no me interesa; yo no tuve nada que ver. Empezamos de cero: todos están en la misma línea», expresó el nuevo capitán, presentado de manera oficial en las instalaciones del Belgrano Athletic Club junto con Mariano Zabaleta, el vicepresidente de la Asociación Argentina de Tenis, ante una noticia de agenda en el ambiente: aminorado el conflicto, el propio Zeballos reveló, en diálogo con Página/12, que está disponible para volver al equipo.
El debut del medallista olímpico en Barcelona 1992, ex 14° del mundo en dobles y 30° en singles, será ante Noruega, de visitante, por la primera ronda de los Qualifiers, una instancia que estará constituida por 26 equipos enfrentados mano a mano y al mejor de cinco puntos, con el formato tradicional de la Davis. La fecha la elegirá el país anfitrión, al igual que el estadio y la superficie: del 31 de enero al 1° de febrero o bien del 1° de febrero al 2 del mismo mes. Los ganadores sacarán pasaje directo para la segunda ronda, una nueva instancia de septiembre. En caso de ganar, Argentina volverá a jugar de visitante: en la segunda ronda, de septiembre, espera Países Bajos, el finalista de este año.
Dueño de un vínculo inherente con la Davis, certamen que jugó durante toda su carrera entre 1986 y 1997, Frana tiene entonces dos grandes metas en su incipiente desafío: recomponer las posibles grietas y sostener la esencia y el sentido de pertenencia en la Copa. No es para menos: atravesó el torneo más relevante del tenis por equipos en otra época y hasta debió poner plata de su bolsillo para representar a la Argentina. «Eran tiempos en los que la bandera era jugar para tu país. No digo que ahora no sea importante: antes ponías plata para jugar, nos pasó a todos. De repente cobrabas 1200 dólares para ir a jugar a Checoslovaquia, viajabas con tu propio entrenador y los gastos los ponías vos, porque es responsabilidad del jugador», rememoró, en una profunda charla con este medio.
-¿Les pasaba a todos?
-No fui el único, claro: era la época. Una vez el pasaje del masajista lo pagamos entre todos. No lo digo como crítica: para ese momento era así, poníamos 300 dólares cada uno y se resolvía. Nos tocó ir a India, obviamente sin ganar dinero, y el lucro cesante de tantas semanas: nos vacunamos contra tifus, cólera, fiebre amarilla y hepatitis (NdR: derrota 3-2 en marzo de 1987, en el césped de Nueva Delhi). Una de esas vacunas nos hizo unos ganglios abajo del brazo; estuvimos tres días reventados sin poder jugar. Pero no lo cuestionábamos: era natural. No sé si está bien; hoy hay otros intereses. No teníamos el respaldo de ganar fortunas porque no había: por ir a un Grand Slam cobrabas dos mil dólares y ahora son más o menos cien mil. No sé qué hubiésemos hecho nosotros en otro contexto, te dolía perderte un Grand Slam pero tampoco te salvaba en lo económico.
-¿Dónde se cimenta tu lazo emocional con la Davis?
-Siempre fue muy especial. En la Davis viví los momentos más lindos y los más difíciles. Estar en India, después de todo el sacrificio, estuvimos cerca de ganar y no se logró, pero no decías: ‘Esto no lo hago nunca más’. Éramos soldados: nos curamos las heridas que viene la próxima batalla. La idea es que esa pasión no se pierda más allá de los intereses; no por una visión obsoleta, sino porque es algo que los chicos se van a quedar para ellos. Es enriquecedor. Entiendo que prioricen el calendario, que digan que no jamás lo tomaría personal, porque ya es un peso para el jugador decirle que no a la Davis, pero el mensaje es: todo bien con el tema económico, pero vivan la experiencia por el país, no descuiden esa parte. Quiero mantenerlo vivo.
Para asumir la capitanía Frana debió desvincularse de su último trabajo, el que había transparentado su vuelta a la escena principal del tenis luego de su salida, años atrás, como comentarista de tenis en ESPN: hasta hace una semana fue asesor técnico en el equipo de la academia de Sebastián Gutiérrez, el entrenador argentino del año, coach del número uno nacional Sebastián Báez y de otros jugadores de gran presente como Francisco Comesaña y Solana Sierra.
-¿Cómo fue el proceso de tu llegada?
-La chance de ser el capitán surgió hace poquitos días, fue muy vertiginoso, inesperado. Ser el capitán involucraba, entre otras cosas, no estar más en el equipo de Seba Gutiérrez, con quien tengo un cariño enorme, porque se fijó en mí para tratar de ampliar el horizonte, aportar una mirada más abarcativa para crecer. Tenía que perder esas cosas, con Seba, con Báez; tenía una función más allá del entrenador, porque era una mirada más general. Todo ese ejercicio, sin querer, me preparó: como capitán no sos el entrenador de un jugador, sos una ayuda más.
-¿Cuál es el método Frana?
-Entiendo que este es un rol importante pero no soy el que más sabe de tenis. Ahora… los jugadores sí van a encontrar a alguien para hablar, cotejar ideas, discutir, tener charlas incómodas, enriquecernos, cuestionarnos. El método… el método creo que se va a ir encontrando. El tenista no es una máquina que la prendés y te tira café; tiene pareja, familia, hijos, miedos, muchas cosas. Lo que más quiero es que vean que sos alguien para hablar. Casi todos podrían ser mis hijos. Para mí también es enriquecedor: aceptar esto no implica sólo dar, sino que también yo puedo y necesito recibir.
-Desde que te retiraste hasta hoy… ¿cuántas veces pensaste en ser capitán?
-Nunca. Increíblemente nunca lo pensé y tampoco era un plan. Yo me retiré y estaba cansado, saturado de la peleíta, el equipo. Al principio lo pensás, para tratar de generar más unión, pero enseguida me alejé. Entonces empecé a trabajar en ESPN; seguía el tenis pero no iba a los torneos. Todavía no estaba limpio, desintoxicado, sanado. Después disfruté mucho la buena onda con los chicos de La Legión. No estaba ni visible para la función de capitán; era comentarista de tenis pero entraba a un vestuario y nadie se callaba porque estaba yo. Me enteraba de cosas porque hablaban conmigo como si fuera uno más; quería cuidar eso. Ahora es otro momento.
-Zeballos declaró que está disponible para volver, ¿lo vas a llamar?
-Sí, voy a ponerme en contacto porque está entre los jugadores elegibles. Tengo que acelerar el proceso y hablar con los jugadores de manera individual. Quiero visitarlos, hablar con sus equipos, ponernos de acuerdo en cosas concretas, contarles lo que quiero y lo que me gustaría aportarles. La serie con Noruega está cerca; hay que aceitar el proceso.
-Pero concretamente con Zeballos vas a hablar…
-Sí, sí, claro. Seguí toda su carrera; como doblista me tocó comentar varios de sus partidos. Yo trazo una raya y todos largamos desde ahí. Afortunadamente con la Asociación yo no tengo ningún condicionamiento de nada. Me dijeron: ‘Elegí vos, armá vos, porque vos vas a ser el responsable’. Tengo plena libertad y hubiera aceptado en otras condiciones, definitivamente. Todos parten desde el mismo lugar… (piensa). Yo no sé si voy a lograr unirlos a todos, pero por lo menos quiero ponerlos a todos un poco más cerca. Para graficarlo: si yo me tengo que meter en el barro es para sacar gente del barro. Porque aquellas peleas que yo tuve que padecer, con equipos totalmente divididos, vestuarios en llamas, me hacían preguntarme: ‘¿Cuánto tengo que querer la Copa Davis para convivir así?’. Y después te das cuenta de que nada era tan grave ni insalvable. Es una convocatoria general para que todos se suban al barco, porque todos tienen responsabilidad. Habrá diferencias pero vayamos para el mismo lado.
¿Vuelve la doble función?
Frana asumió como capitán de la Copa Davis, pero existe una posibilidad factible de que se convierta en el responsable del área de Desarrollo de la AAT, puesto hoy ocupado por Franco Squillari. Zabaleta tocó el tema pero sin precisiones respecto del cargo en particular: «Hoy queremos que Javi esté enfocado en la Copa Davis al cien por cien. En poco tiempo tenemos una parada fuerte».
Y agregó: «Por supuesto que nos encantaría que Javi esté involucrado en todo el proyecto: tiene sabiduría y mucho para contar. Es valioso que tenga ganas de involucrarse en el día a día. Sí, hay muchas chances de que se pueda sumar en otras áreas».
El último capitán que estuvo en la doble función fue Daniel Orsanic, el capitán campeón de la Copa Davis 2016, despedido como Director de Desarrollo una vez consumada la victoria electoral del presidente Agustín Calleri -transita su segundo mandato en la AAT- en mayo de 2018. Más allá de que luego además se iría de la Davis, en la actual conducción se mostraban en contra de que un capitán también estuviera Desarrollo. «Ambos cargos requieren de mucho trabajo», sostenían en aquella campaña electoral. La idea, al parecer, cambiaría en caso de que Frana también sumara otras funciones.
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