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En un mundo donde los éxitos de la nueva generación de empresarios suelen verse empañados por el peso del legado familiar, Flor Sosa es la prueba de que asumir las riendas de una empresa heredada no es tarea fácil. A los 30 años, esta joven empresaria se enfrenta a un desafío único: combinar su identidad con un legado que, aunque le da poder y visibilidad, la desafía cada día a construirse como la líder que busca ser.
En el afán por despojarse del estereotipo de nena de papá o de princesa tocada por la varita mágica Flor tomó el toro por las astas, más a la manera de la escultura de la niña de pie frente al toro de Wall Street. En entrevista con LA NACIÓN desde Delhi, adonde se encuentra para una viaje comercial y espiritual, aborda todas y cada una de las tensiones que enfrenta al tener que tomar decisiones difíciles cuando las expectativas de los demás parecen chocar con sus propios deseos. Lo que comenzó como un desafío personal se convirtió en una carrera de constante reinvención.
“Cuando te ponés receptiva todo se transforma”
Al igual que Siobhan Roy en Succession, la joven protagonista de esta historia enfrenta el peso de un legado familiar que parece ser su destino inevitable. Ambas se encuentran en una lucha constante para definir su identidad y su lugar en un mundo dominado por las expectativas externas, pero mientras la mujer de la ficción se ve atrapada en los oscuros pasillos del poder corporativo, Flor elige un camino de reinvención y empoderamiento personal, toma las riendas de su vida y de su carrera en lugar de sucumbir a la sombra de su apellido.
Con una mirada honesta, comparte cómo tuvo que ganarse su propio lugar en la industria y en las redes sociales, superando la imagen de “la hija de”. A lo largo de la entrevista, la “chinita de Catamarca”, como le gusta definirse, revelará el impacto en sus emociones de los distintos momentos de su vida que la marcaron y que, aunque dolorosos, la hicieron más fuerte.
– Contame: ¿qué fuiste a hacer a la India? ¿Turismo o negocios?
-Este viaje a la India apareció en un momento clave. El año pasado tuve un antes y un después, un quiebre mental y espiritual, probablemente a raíz de todo este cambio de vida y de todo lo que me pasó. Fueron procesos que no logré procesar en su momento, que no tuve tiempo de enfrentar y a los que no les di lugar. El año pasado explotó todo, por todos lados, tanto física como mentalmente. A partir de ahí comencé un camino de búsqueda y de introspección, y fue cuando apareció esta espiritualidad tan ligada a India. Pero siempre desde la racionalidad, no me metí en algo sin pensarlo. Empecé a buscar herramientas y encontré muchas cosas que despertaron mi curiosidad sobre por qué todo parece venir de aquí o qué es lo que pasa en India. Comencé a investigar y me sentí atraída, así que decidí venir. Luego, se abrieron posibilidades de negocios, reuniones, y sucedieron muchas cosas. Pero ya sabés, cuando te ponés receptiva a un lugar, todo se transforma.
-¿Cómo te animaste a la entrevista en La Cruda? Te jugaste mucho.
-Sí, fue mucha exposición y los chicos suelen tocar temas más superficiales, lo que podría haber sido motivo de burla. Yo no conocía a Migue (Granados), sí a los chicos de Olga, pero no a él. Intenté preguntar un poco si la entrevista estaba pautada, si podíamos arreglar alguna pregunta o hasta dónde podíamos llegar. Y de entrada me dijeron que no, que Miguel es totalmente inimputable, que era “tómalo o déjalo”. Lo evalué, me prometieron que me iban a cuidar y que si no me gustaba, podían darla de baja. Pensé, “bueno, no pierdo nada”, así que accedí. También acepté porque creí que era una buena oportunidad para hablar, pero es difícil, es una cuestión natural de querer protegerme y no quedar tan vulnerable.
– Pero igual no se te notó protegida, se te notó súper abierta a aceptar preguntas…
-Sí, podría haber sido peor. Intenté llevar lo que parece superficial hacia la teoría. Creo que así lo transito, no hay nada falso en la entrevista. De afuera, la gente me escribe cosas como: “Pensé que eras una boluda y después te conocí”. Ese es un poco el feedback. También empecé a hablar de temas como el perfil empresario y el perfil emprendedor, del dinero, la abundancia y el éxito.
– Hoy, después de esa entrevista, empezando noviembre y estando en India, ¿qué te está resonando en tu cabeza?
-Los desafíos de ser mujer y del interior, esas son las cartas con las que peleo en la vida y también son mis fortalezas. Pero también, en el camino, me fui descubriendo, hubo un antes y un después. Hoy, siento que tengo una carga muy pesada por heredar y continuar el legado de alguien más, y esa transformación es lo que tengo que sacarme de encima para que me conozcan a mí, más allá de la imagen que proyecto en las redes o en el mundo de los negocios, acá hay una persona que piensa, siente y actúa.
“Un poco revolucionaria, un poco dispuesta a hacer lío”
– ¿Cómo es hoy Flor Sosa?
-No soy simplemente la heredera o la que lo tiene todo. Creo que esa es mi carga. Hoy, si me veo posicionándome fuera de esa mochila, te hablaría de una mujer un poco revolucionaria, un poco quilombera, que siempre está dispuesta a hacer lío para poder crear con propósito, para buscar cambios reales y sostenibles, con impacto y una perspectiva global.
– ¿A qué temas sociales les prestás más atención en este momento y, también, como te ves proyectada hacia el futuro?
– No me definiría como emprendedora en el sentido tradicional, pero me dedico a desarrollar proyectos con propósito que generen impacto. Mi equipo y yo somos quienes hacemos que esas ideas tomen forma y sean posibles. Además, he logrado conectar con una comunidad joven que tiene muchos desafíos, especialmente en el interior del país. Me toca mucho la necesidad de que Argentina se vuelva más federal, que las provincias tengan las herramientas necesarias, sobre todo en el ámbito del emprendimiento. También me interesa la agenda de la mujer, porque todo lo que cuento son experiencias propias. No soy una abanderada ni hago política con eso, pero son mis vivencias, y han sido difíciles, pero también me han ayudado a conquistar mi espacio. Mi rol es actuar como un vehículo para que distintos proyectos puedan concretarse.
– ¿Qué es lo que te hace sentir auténtica?¿ Qué te da felicidad?
– Mi mentalidad es resiliente. Estoy siempre enfocada en el aprendizaje y en la reinvención constante. Disfruto de estar incómoda, de moverme constantemente y de estar en lugares, situaciones y entornos diferentes. Hace años que no duermo en el mismo lugar más de una semana, desde la pandemia. Es una decisión personal, pero también una manera de perseguir la innovación. Todo lo que hago se refleja en mis proyectos.
– ¿Viajás todo el tiempo? ¿No te quedás en un solo lugar?
-No, hace mucho que no. Es una elección de vida. Es agotador, no hay rutina, ni días iguales. Pero es parte de mi aprendizaje y crecimiento. Aprovecho la energía de mi juventud para poder soportarlo, y lo disfruto. Hace poco salí de mi casa el 4 de noviembre y aún no he dormido en una cama. Es algo que puedo hacer, lo disfruto, pero definitivamente no es fácil.
-Tus empresas están vinculadas al ámbito de la salud, pero también tenés un perfil de Instagram muy orientado a la imagen, la moda y el lifestyle. ¿Podés con todo?
–Sí, una parte significativa de lo que hago está relacionada con la salud. Hoy venía escribiendo una nota sobre un problema de validación y facturación para PAMI. Mi trabajo abarca una amplia variedad de proyectos. Soy presidenta de la Cámara de Farmacias de Catamarca, directora de la Federación Económica de Catamarca, lidero un proyecto de blockchain y Web3. Todo es diverso, y cada día es diferente. Lo que me gusta mostrar es lo que soy, de manera auténtica. Si me impusiera una meta que no es coherente conmigo misma, no podría cumplirla.
-¿Viste Succession? ¿Te sentís un poco identificada con Siobhan?
-¡Totalmente! Hay momentos en los que me sentí muy identificada, especialmente con las situaciones con el padre. Es muy parecido a lo que me pasó a mí, como cuando mi papá volvió en el último momento de un vuelo. Hay muchas cosas que fueron parecidas. Al principio, yo lloraba en casa, no entendía cómo podía ser. Quería defenderme.
“Me cuestionan qué voy a hacer cuando me case o tenga hijos”
– ¿Y aprendiste a defenderte?
– Con el tiempo aprendés a manejarlo, a jugar el juego y a tomarlo con naturalidad. Aún así, siempre habrá figuras de autoridad que intenten pasar por encima tuyo, como cuando te piden que sirvas el café solo por ser mujer. Todavía me siguen preguntando a qué hora llega el señor Sosa o si soy la secretaria. Incluso me cuestionan qué voy a hacer cuando me case o tenga hijos, como si eso me impidiera liderar proyectos. Es claro que las mujeres seguimos cargando con estigmas que durarán mucho más tiempo.”
– ¿En qué momentos decís, “acá me sentí respetada, esto es lo que tiene que pasar, estoy conforme con cómo la sobrellevo”? ¿Cuándo te sentís cómoda?
-Hay empresas que ya están lideradas por mujeres, y en esos espacios me siento más cómoda. El mix es lo ideal. En grupos formados solo por mujeres también hay desafíos, sobre todo en temas como salud. La dinámica no es fácil. A veces, entre hombres las cosas se resuelven de manera más simple: tirás una pelota o vas a un asado y todo se arregla. Nosotras somos más complicadas, tenemos más exigencias. Además, la familia es parte del paquete que traemos como mujeres, y eso se convierte en una carga que no todos entienden. Por ejemplo, si un hijo se enferma o algo pasa, generalmente es la mujer quien tiene que hacerse cargo. Aprendés a manejar los recursos humanos con todo lo que ser mujer implica.
– Estudiaste liderazgo femenino: ¿cómo fue la carrera, qué aprendiste que te voló la cabeza y cuáles son los desafíos actuales?
– Lo hablo siempre desde mi experiencia. Lo que me pasó es que cuando empecé a involucrarme con la tecnología, descubrí la necesidad de la educación financiera para las mujeres. Es un tema que está en la agenda en todo el mundo. Por eso me involucré mucho con la ONU, con el WEF (Women Economic Forum), y muchas organizaciones que promueven la participación de las mujeres. Y empecé a escuchar números que eran un poco lo que me sorprendía. ¿Cómo puede ser que en toda América Latina las mujeres son solo un 23 por ciento de la fuerza laboral en el sector tecnológico? Incluso en la Argentina somos solo el 34 por ciento las que tenemos una carrera STEM (ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas), dedicadas a eso.
– ¿En tus empresas tenés cupos de personal femenino?
– Sí, tengo el 70 por ciento de personal femenino, así que ya lo superé.
– ¿Ocupan puestos de decisión, también?
– Rotamos un montón las posiciones del personal. Hoy tengo casi todos los puestos liderados por mujeres, excepto por cuatro cargos. No llevo una bandera extrema, porque valoro que haya un equilibrio. No está mal que haya cupos, pero yo creo que las mujeres y los hombres somos diferentes, que cuando está al frente de un proyecto tiene una actitud de liderazgo con características distintas a las de los hombres. Todavía prevalecen las habilidades aprendidas culturalmente. La mujer tiene una concepción de familia y comunidad heredada. La mujer puede estar sentada y prestar atención a todo porque entiende que están pasando muchas cosas al mismo tiempo. El hombre tiene su objetivo y es un poco más arrollador para conseguirlo.
– ¿Eso influye en las elecciones de los líderes en tu negocio?
– Sí, depende de lo que busque en cada caso. Evalúo mucho eso, hay momentos en que me parece que estratégicamente es mejor tener un hombre en este lugar porque va a funcionar mejor para determinada negociación, mientras que en otras, es mejor tener una mujer. Yo misma uso mucho mis características femeninas y entendí que hay lugares donde me va espectacular porque resulto encantadora y porque soy mujer. Hay lugares donde el hecho de ser mujer, joven y además catamarqueña, me dificulta el liderazgo, porque la mitad de la mesa me está faltando el respeto o me está tirando indirectas.
– ¿Te tiran indirectas para seducirte?
– Soy soltera y es válido que alguien me quiera invitar a cenar. Hasta ahí lo entiendo. Pero, lo que no me parece adecuado, es que muchas veces donde pareciera que tenés que pedir disculpas por ser mujer, como para poder llegar a cerrar un deal o te ponen en una situación donde te sentís intimidada. En esos momentos me siento desafiada a sacar todo mi valor o ponerme una coraza muy dura para que ese trato no me haga sentir mal.
Diez años de batalla frente a una enfermedad terminal
Los papás de Flor se separaron cuando ella tenía catorce años. La empresa que el padre había fundado crecía y se consolidaba en la provincia de Catamarca y se expandía hacia otros mercados. El buen pasar económico les permitió ofrecerle a la hija única una oportunidad como pocas: la de terminar sus estudios secundarios en Estados Unidos a un boarding school, lo que en castellano se conoce como “internado”, una escuela donde los estudiantes viven en el campus durante el período escolar, en lugar de regresar a sus hogares al final del día. Los estudiantes suelen quedarse en residencias o dormitorios supervisados y participan en actividades académicas y extracurriculares dentro del propio campus. Este tipo de escuelas suelen ofrecer una educación integral, fomentando tanto el desarrollo académico como social y personal de los alumnos.
Claro que en plena adolescencia, la idea le resultó atemorizante, pero al mismo tiempo parecía una buena solución para salir del ambiente conflictivo que generaba la separación matrimonial de los padres, un trago difícil de asimilar para una hija única, en sociedad con aires de pueblo chico.
– ¿Llegaste sin conocer previamente la escuela o ya la habías visitado antes?
– ¡No, caí de la nada! Fue durísimo. Volé sola a Boston un 17 de enero, pleno invierno, fue la primera vez que vi tanta nieve junta.
– ¿Cómo fue la adaptación?
– Al principio fue una sorpresa todo. Nunca había hablado tanto en inglés. Pero de pronto todo lo que había aprendido me empezó a brotar desde adentro. Había viajado antes a Estados Unidos de vacaciones, pero siempre acompañada. Esa fue la primera vez que me tocó estar sola y tener que arreglármelas por mí misma. Aprendí mucho, después, con los amigos y la familia que me hicé allí. Descubrí lo que era tener un hermano o alguien que te saque la ropa. Porque compartía todo con todos, no estaban esos límites de ‘esto es tuyo, esto es mío’.
– ¿Cómo vivías?
– En un dorm de la escuela compartí cuarto con una chica que, por supuesto, me sacaba todo sin pedir permiso. Así entendí cómo es la dinámica de compartir o de vivir con alguien. Porque mis papás siempre fueron grandes emprendedores pero casi nunca estaban en casa y yo soy hija única.
– Entonces te vino bien la compañía de pares…
-Sí, porque entendí la oportunidad que tenía de salir, de conocer y de tocar otras puertas. Ese fue un momento clave de mi vida.
– ¿El otro momento clave?
– Cuando diagnosticaron a mi viejo. Yo tenía diecisiete años y por primera vez empecé a entender la palabra cáncer y todo lo que viene a raíz de eso.
– O sea, que estuviste diez años acompañando a tu papá en su enfermedad…
– Casi diez años, sí. Aprendí lo que era el dolor. Nunca lo había transitado antes. Es muy duro ver a alguien tan fuerte, que una quiere tanto, que se va debilitando. Hay mucho miedo. Entendés que te tenés que poner una máscara y bancártela. No podés llorar porque sos su lugar seguro. Yo era la persona que lo defendía, entonces no me podía quebrar nunca. Cuando miro hacia atrás veo que aprendí muchas cosas, si hoy las tuviera que hacer de vuelta no sé ni cómo las haría. Pero en ese momento me salieron totalmente natural. Pasé días enteros en una terapia intensiva tirada en el piso, con una persona que estaba en coma, en un país que no era el mío. A veces tengo recuerdos de esa época y no sé cómo pude atravesarlo.
-¿Siempre estabas sola o había algún otro familiar ayudando?
-No, pasaba mucho tiempo sola. Fue una elección de él. Él viajó mucho también buscando ayuda, buscando mejores condiciones de vida. Porque era un cáncer que no tiene cura hasta el día de hoy. Se trata, pero bueno. La verdad que te lleva mucha energía y mucho de tu calidad de vida. Sobre todo porque afecta a órganos como el hígado o el riñón. Y va consumiendo la energía de la persona.
– ¿Cómo fue para tu papá recibir el diagnóstico de su enfermedad?
– Lo diagnosticaron a los cincuenta años. Más o menos. Así que para él también fue dramático ser una figura expuesta y que lo vieran enfermo. Había que ocultar un poco eso. Acompañarlo fue un desafío porque como su hija había momentos en que tenía que adoptar roles muy difíciles de asumir: hacía de médica, enfermera, psicóloga, amiga, todo al mismo tiempo. Es mucho para una sola persona, te confunde un poco a veces. Querés gritar, querés llorar, querés patalear y no hay solución. También está la impotencia de ver de pronto que el dinero no significa absolutamente nada frente a la muerte. Ese fue mi segundo gran golpe al hacerme adulta.
– Para ese momento, ¿vivías en Estados Unidos o ya habías vuelto?
-En Estados Unidos, volví oficialmente a Argentina cuando él murió, con él.
– ¿Habías dejado la universidad?
-Estaba estudiando medicina y cuando diagnosticaron a mi papá, dejé la carrera porque ya estaba agotada del ámbito de la salud, de los médicos y de todo eso. Entonces me pasé a la carrera de administración, negocios y contabilidad. Después, cuando lo internaron en el hospital MD Anderson Cancer Center, uno de los centros de tratamiento e investigación de cáncer más reconocidos a nivel mundial, fui a acompañarlo.
-¿Trabajaste en alguna empresa en Estados Unidos?
-Hice un montón de pasantías y trabajé también porque lo hago desde que iba a la escuela. Mi primer trabajo fue en una librería atendiendo a la gente. Escribía reseñas de libros que se venden en Estados Unidos. Estaba bien, o sea, ya se veía bien trabajar desde los 14 años. Así que, trabajos y changuitas hice un montón, era parte de la cultura. Y cuando ya estaba terminando el colegio, trabajé en Deloitte casi un año, y también estuve en la campaña de Hillary. Justo había escuchado tanto que hablaban de Hillary en las elecciones y lo difícil que era para una candidata mujer en Estados Unidos y todo lo que eso implicaba. Yo estuve en ese family office de Hillary y la verdad que fue increíble vivirlo.
-¿Qué rol tenías con Hillary Clinton?
-Estaba en el sector de estrategia, muy vinculado a su imagen. Trabajaba en su oficina personal, entonces, era parte de la campaña. Toda la estrategia de su perfil tenía que coincidir con los intereses de la campaña. Entonces, se planeaba todo: dónde iba a comer Hillary, a dónde se iba a sentar, qué se iba a poner, con quién iba a hablar, el momento y lugar adecuados. Hay toda una estrategia para crear un personaje político que, en la cultura americana, es un negocio.
-¿Alguna anécdota, algo que hayas aprendido, o algún consejo que te hayan dado en la oficina de Hillary?
-Creo que me llamó la atención, el crear esta figura política, por todos los desafíos para una mujer súper consolidada, de las familias más reconocidas de la política en ciudades como Washington o Nueva York. Al conocerla ves que era una mujer más real, que había atravesado infidelidades, historias personales difíciles, y debía presentarse al mundo. También lo veo en Kamala y pienso en lo complicado que es ser mujer en esa cultura.
“No cierro la puerta a trabajar en política”
– Y a vos, ¿te convocaron para la política?
– Sí, muchas veces, todo el tiempo. No cierro la puerta todavía, así que capaz en unos años hablamos de eso. No lo sé, todavía no. Creo que hay un camino que quiero recorrer en lo privado. Estoy muy libre y lo disfruto mucho. Pero entiendo que muchos cambios se hacen desde la política, entonces no cierro la puerta. Pero me da miedo, porque es muy cruel, obvio.
– Por ahora estás más ligada al empoderamiento femenino y la diversidad…
– Me muevo mucho por esto de las mujeres, la falta de información, la falta de oportunidad. Me encantaría seguir ampliando esos espacios.
– ¿Y tus otros proyectos? ¿El litio y “Andina”?
– El tema de la minería es muy importante. Hay una gran falta de educación al respecto, y muchas comunidades no tienen idea de lo que realmente se hace con la minería. Más del 51 por ciento de las personas quieren saber qué se hace con el dinero generado. El desafío es que el recurso vuelva a la comunidad de alguna manera, pero esto no está sucediendo. clave es poder hacer un control más uniforme entre las empresas. Y con Andina, siento la necesidad de ser un puente, me encontré con una señora que vendía un producto pero no sabía cómo. Utilicé tecnología para conectar el producto con el mercado. Ayudé a posicionar un producto caro, y eso es lo que me motiva: involucrarme en proyectos de innovación, con impacto social y objetivos claros. Mis compromisos con estos proyectos son totalmente reales.
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