El escándalo en la Cámara de Diputados dejó heridas abiertas entre el PRO y el Gobierno de Javier Milei. Tras la sesión en la que La Libertad Avanza acordó con el kirchnerismo el reparto de cargos en la Auditoría General de la Nación (AGN), el macrismo resolvió dar un giro en su estrategia parlamentaria y política frente al oficialismo. La primera decisión fue clara: judicializar lo ocurrido.
Según confirmó el propio PRO, el bloque prepara una denuncia contra el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, por el mecanismo utilizado para avanzar con las designaciones. En el macrismo consideran que hubo irregularidades en la sesión y buscan que la Justicia revise lo actuado, en un movimiento que marca un punto de quiebre en la relación con La Libertad Avanza.
Pero la judicialización es apenas el primer paso. En el PRO admiten que el vínculo con Milei entra en una etapa de enfriamiento. La sensación dominante entre los dirigentes amarillos es la de haber sido maltratados y, sobre todo, engañados por un oficialismo que, mientras reclamaba apoyo, cerraba acuerdos con el kirchnerismo a espaldas de sus aliados parlamentarios.
En ese contexto, el PRO también resolvió modificar su comportamiento en el Congreso. Ya no habrá más ayuda automática para garantizar el quórum ni acompañamiento sistemático a los proyectos del Gobierno. A partir de ahora, el respaldo —si existe— será votación a votación, sin compromiso previo ni lógica de alianza estable.
Además, el macrismo anticipa que comenzará a desmarcarse en aquellos temas en los que no coincida con la agenda libertaria. La decisión implica recuperar autonomía política y marcar diferencias públicas en debates sensibles, dejando atrás el rol de socio confiable que sostuvo durante gran parte del primer tramo de la gestión de Milei.
El episodio en Diputados no solo tensó la relación parlamentaria, sino que abrió una nueva etapa en el vínculo entre el PRO y la Casa Rosada. Con denuncia judicial en marcha, apoyo condicionado y una alianza de hecho desdibujada, el macrismo empieza a recalcular su estrategia frente a un Gobierno al que ya no considera un aliado previsible.
