Honrar la democracia es desterrar los intentos populistas o autocráticos

“No creo que este gobierno llegue al 26 de octubre. Tengo muchas dudas porque creo que ya no da para más y ya le han soltado la mano todos”, dijo días atrás la senadora de Unión por la Patria de Tucumán, Sandra Mendoza. Sus palabras recibieron el repudio de gran parte de la política argentina, periodistas y dirigentes sociales. El oficialismo aprovechó la situación para denunciar un “golpe suave” y responsabilizó al kirchnerismo. Estamos a solo semanas de la elección nacional de medio término y hay dirigentes que se atragantan con la desesperación de recuperar el poder y otros, en el gobierno, aprovechan el momento para victimizarse ante el supuesto “kirchnerismo golpista”.

Curioso, el propio presidente Milei marchó en 2018 junto a Hugo Moyano y pedía el juicio político para Mauricio Macri colaborando con un claro intento desestabilizador de sectores gremiales peronistas. ¿Recordará eso Milei? ¿Aprendió la lección de que no se juega con los tiempos democráticos? ¿Lo tendrá presente esta vez el peronismo? ¿Sabrá el kirchnerismo administrar esa ansiedad de poder? ¿O solo esperará su turno porque aún no tiene resuelta su interna? En cualquiera de los escenarios, ambos contrincantes muestran su escasa vocación cívica, porque a la democracia y a la institucionalidad se las defiende en el llano, pero también en el poder, algo que poco vienen haciendo.

El gobierno de Javier Milei se caracterizó en escasos 20 meses en demostrar su poco apego a las formas institucionales. Lo hace cuando abusa de los vetos a leyes sancionadas en el Congreso, o de los DNU o de la administración discrecional de los fondos públicos en la comodidad de administrar durante años dos ejercicios sin presupuesto. Así vemos como se metió solo en un conflicto donde postergó áreas sensibles como el Garrahan, los discapacitados, las universidades y los jubilados, pero a la vez benefició de manera inusitada los fondos reservados para la Inteligencia interior, lo que lleva a sospechar que se privilegió espiar a opositores o periodistas antes que otorgar recursos al hospital pediátrico más importante del país. Todo este desgaste que propone el juego de leyes, vetos, rechazos y blindajes es absolutamente innecesario, sobre todo porque si el fin noble es sostener el equilibrio fiscal nunca explicó el gobierno por qué esto debe hacerse solo sobre algunas partidas sociales y no en otras áreas, como la SIDE o el área de Defensa. El gobierno eligió sus prioridades, hoy paga el costo político, porque equitativo no fue.

También rompió todo apego a la institucionalidad cuando designó jueces de la Corte Suprema de Justicia por decreto, o cuando pidió a la justicia allanar domicilios de periodistas y medios de comunicación solo porque informaron supuestos hechos de corrupción en su gobierno. Situación con la que se manejó en todo momento o lugar, como en el PAMI, donde hay siete denuncias penales por recaudación ilegal sobre sueldos de funcionarios y en contrataciones directas y dudosas, pero, aquí la novedad, decidió apartar a los denunciantes que no eran de la oposición sino que provenían de las mismas filas libertarias. Con la excusa “el kirchnerismo no nos va a hablar a nosotros de corrupción”, sobre la base de los incontables ilícitos durante la gestión K, donde muchos culminaron con condenas, decidió al parecer emularlo en lugar de mostrarse mejor.

Pero hay más, las formas y los modales del Presidente fueron desde un principio circulando en un canal paralelo a la convivencia cívica. La historia nos hará recordar que tuvimos un presidente que instauró la palabra “zurdo” como si fuese un insulto y no un mote para caracterizar a una corriente ideológica que debe convivir dentro de una democracia republicana. También que amenazó con “irlos a buscar” -nunca dijo para qué ni adónde los llevarían- y que trató al periodismo con desprecio institucional acusándolo falsamente sin pruebas y sin dar nombres, solamente por brindar información crítica sobre la gestión. Esta semana muchos valoramos que el Presidente se dirija por cadena nacional de modo educado y sin llamar “ratas” a los legisladores, que tienen la misma legitimidad de origen del primer mandatario, que no insultó a nadie ni trató de “traidores” a quienes no piensan como él, incluso a su vicepresidenta, ni utilizó agravios intolerables. Bienvenido sea que el Presidente comience a manejarse así, va a traer más calma y fortalecerá el diálogo y la convivencia cívica.

Desde el año pasado se ha escuchado a dirigentes libertarios hablar de “golpe blando”; “golpe suave” y “desestabilización institucional”. Mientras todo esto sucedía, se llevaron adelante elecciones en 10 provincias, allí La Libertad Avanza perdió ampliamente en 8, ganó en CABA y se ocultó dentro del oficialismo chaqueño para evitar otra derrota. La más dura se dio en territorio bonaerense, donde perdió ampliamente contra el kirchnerismo, lo que desató una crisis en los mercados producto de la inestabilidad que comenzó a mostrar el gobierno. Pero lo más importante, hace meses la disputa entre la oposición y el gobierno se desarrolla en el Congreso de la Nación, no en las calles ni en medio de una ola de violencia política. Quizás no valoramos como se debe esto que habla por sí solo de que los problemas argentinos son económicos, sociales, pero no políticos, el sistema es robusto y hasta ahora, siempre respondió.

En la medida que la “guerra fría” se fue terminando, florecieron las democracias en muchos países del mundo castigados por dictaduras sangrientas. Argentina, y toda la región, vivió esa transformación, pero algo pasa en el mundo porque en los últimos años las autocracias y los populismos ponen en jaque el modelo republicano. Desde el “Milei emperador” de los libertarios hasta el “vamos por todo” del kirchnerismo se ha intentado instaurar un modelo populista eterno. Hoy ambos se señalan, pero parecen no entender que vivir en democracia es mucho más que votar cada dos años o elegir representantes. A la democracia se la cultiva diariamente porque es un sistema de valores que guía nuestra filosofía de vida, es sentirse libres con las mismas posibilidades de progresar, sin xenofobia, elitismo u homofobia y con respeto por todas las minorías.

En lugar de hablarse de “golpes” para buscar una victimización ante los reveses electorales o de “salidas anticipadas” por esa ansiedad de poder que puede más que el respeto institucional, deberíamos aprender a convivir, porque como decía Raúl Alfonsín, cuando todo este camino democrático comenzaba hace 40 años: “La democracia no es sólo confrontación, es construcción. El pluralismo es la base sobre la que se erige la democracia y significa reconocimiento del otro, capacidad para aceptar las diversidades y discrepancias como condición para la existencia de una sociedad libre”.

Vale la pena recordarlo y tomar nota.

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