Salvar al salmón salvaje se ha convertido en una misión casi perdida, señalan en El Progreso de Lugo. Tras abrirse la veda el 1 de mayo, acaban de pescar los primeros en el Masma, donde un cañista cántabro sacó un pez de 5,1 kg en el coto de A Volta da Veiga y otro pescador de Oviedo hizo lo propio con un salmón de 3,8 kg, en el Eo. La tardanza en salir es buena y mala noticia a la vez: en este mes y pico alguno habrá conseguido remontar para reproducirse, pero se constata que hay pocos. Su declive es tal que apenas se ven. En el Eo no entraron salmones ni en otoño ni en primavera y las estadísticas de pesca, para mucho indicador de abundancia o escasez y para otros una variable más de cada año, son magras. Pero nadie se atreve a vedar pese a que acecha la extinción, y las repoblaciones, como señalan distintos biólogos que recomiendan invertir en la conectividad de los ríos, han sido un fiasco.
Según señala una nota firmada por el periodista Xavier Lombardero, a mediados del siglo pasado había 14 ríos salmoneros en Galicia y tras levantar presas y minicentrales hoy apenas retorna a 5. Las poblaciones sanas cayeron en picado no solo por la fragmentación de su hábitat migratorio o la sobrepesca en las costas de Groenlandia, También señalan la contaminación industrial y urbana, o los pesticidas y fertilizantes, además de purines como los que acaban de ir al Landro desde una granja de Muras. Dragados y encauzamientos en época de freza son dañinos y en cauces al sur de Europa, con picos de 25°C en tramos bajos durante el verano (10°C en invierno), es difícil que sobreviva. La temperatura óptima para reproducirse está en los 6-7°C.
Gestión pesquera errónea
«No tenemos una bola mágica, el salmón puede o no sobrevivir, pero si la especie no sobrevive pudiendo haberle dado la máxima protección posible, eso sería un fracaso absoluto e imperdonable», opinan especialistas. Y el pesimismo de David Álvarez, biólogo de la Universidad de Oviedo, es patente al ver tendencias poblacionales tan negativas, descensos catastróficos en el Sella y Cares, o la errónea gestión pesquera asturiana que mantiene cupos por pescador y temporada, mientras en Galicia, Cantabria y País Vasco el cupo es por río y cuando se alcanza no se pesca más. «Hasta hay asociaciones de pescadores que presionan para que se puedan vender en los bares, encima de matarlos, venderlos». Opina que ni la pesca con suelta se justifica y habría que dejar de molestarlos con las cañas.
El camino gallego
Biólogos y asociaciones como Ríos con Vida reclaman la máxima protección legal para salvar una especie, mientras jóvenes pescadores ya solo se plantean la pesca sin muerte algo que expertos lucenses que tampoco la ven definitiva. «Temporadas cortas con límite de pescadores —dice uno que prefiere el anonimato—, y sin tramos libres como ahora, sería lo prudente; existen muchas variables porque la eficacia de los pescadores y el material han mejorado y llegan al río con facilidad». La Conselleria de Medio Ambiente sigue repoblando y dice que «en los últimos 5 años soltaron en los ríos gallegos más de 500.000 ejemplares». En 2024 se pescaron 40 (la media quinquenal son 61), cuando en 2014 fueron 134.
«No hay ninguna especie que haya disminuido tanto en la naturaleza y haya aumentado tanto en cautividad«, asegura Carlos García de Leániz, catedrático de la Universidad de Vigo y uno de los mayores expertos en salmónidos que dirigió el Centro de Investigación Acuática Sostenible de la Universidad de Swansea, en Gales. «Desde los años 70 las capturas de salmón atlántico han caído un 90% hasta las mil toneladas mientras se crían 2,7 millones de toneladas (900 millones de individuos); sabemos cómo hacerles sobrevivir en cautividad, pero no funciona en el medio natural». Las probabilidades de tocar fondo en algunos ríos son muy altas aseguran los especialistas, pues ni con la pesca sin muerte ni con la máxima protección hay garantías de que sobreviva el salmón, una especie que, en España, corre riesgos de extinción.