Joyas de mar al norte de Salvador de Bahía

La autopista BA-099, 40 minutos al norte de Salvador, Bahía, Brasil, corre paralela a la costa y a la derecha se ve la línea de palmeras, un área protegida de médanos blancos y flora que alberga fauna única y endémica. Los monos sauí son la especie más carismática, pero hay mucho más por preservar: lagartos, aves y seis especies de tortugas que llegan a estas costas a desovar.

Condominios y resorts deben respetar normas de protección ambiental, como no iluminar las playas para evitar desorientar a las tortugas, que en su GPS natural saben exactamente en qué playa dejaron de ser un huevo para volver a ese lugar a dejar descendencia. Esta zona, turística y bella por demás, tiene playas cálidas y arrecifes más o menos regulares entre tramos de arena fina. Unos y otras son zonas de pesca privilegiadas, tanto para usar artificiales como para una clásica de fondo con camarón, filet de pescado o tiras de calamar como carnada. Practicamos ambas modalidades en nuestra recorrida desde Praia de Genipabu hasta Tacimirim, pasando por la bella Guarajuba con casas de ensueño mirando al mar. 

La conexión local 

Contamos para esta valiosa aventura con un pescador que conocí años atrás, David Santos, joven amante de la pesca ultraliviana que ya me había guiado en mis primeras incursiones. En la primera jornada decidimos probar suerte con artificiales en el arrecife denominado Praia Dos Corais, a metros de Guarajuba. Allí estudiamos la tabla de mareas para agarrar la bajante extrema y nos mandamos caminando por encima del coral, con el agua a la altura de la rodilla, cuidándonos bien de no pisar pinchudos erizos de mar que en mi caso atravesaron mi calzado y por milímetros no me provocaron una herida mayúsula.

La idea fue llegar hasta el borde del coral, donde la profundidad cae a los 3 metros, e iniciar la pesca desde allí, pues los predadores arremeten presas (“baten iscas” a decir de los locales) contra el arrecife en un espectáculo visual tremendo. Xareu olhudo (jureles), sororocas (caballas), agulhones y agulinhas (pez aguja grande o chico),  guaramas y guaviras (dos especies locales), son parte de la oferta.

En este primer round logramos precisamente estas últimas especies, guaricemas y guaiviras, peces de aspecto parecido a nuestras palometas, aunque más estilizados, con una increíble fuerza en relación a su tamaño. Una pesca altamente disfrutable. El señuelo destacado fue un minnow de aspecto similar a una sardina, que bajaba apenas un metro. Muchas veces es clave que acompañe la suerte y podamos llegar con el tiro allí donde se ve actividad de pescado cazando. 

Los horarios son fundamentales. La marea baja será la ideal para hacer pescas de señuelos, pero recordemos siempre que estamos en zonas balnearias donde podemos ser interrumpidos por bañistas curiosos, buzos y hasta motos de agua. Por eso es ideal, si tenemos suerte, que nos toque la bajante desde las primeras horas (en verano amanece cerca de las 5 AM) y aprovechar esa franja tranquila.

Exito con sabikis

Por la tarde hicimos en Genipabu un poco de pesca con sabikis, otra modalidad muy activa que nos puede dar resultados tirando en plena playa detrás de la rompiente o trabajando desde los arrecifes, ya sea en una suerte de spinning a tironcitos o de forma vertical pegado a la pared de corales. Esto nos dará especies menores pero con mucho color literalmente, ya que pescaremos hasta peces dignos de los mejores acuarios. Para quienes no saben que es un sabiki, es una ristra de mosquitas atadas en brazoladas cortas a una línea madre, con un plomo abajo liviano y un esmerillón arriba.

El efecto que da al accionar este aparejo es el de un cardumen de pequeños peces que huyen despavoridos. Con ello pesqué pampanos, peces lagarto, pequeños xareu y barbudos. Cabe destacar que este modo de pesca, creado por los orientales, también es fantástico para obtener carnada cuando no tenemos nada para tirar un anzuelo a fondo.

Por último, nos quedaba pendiente la pesca con carnada. Había mandado a reformar algunas cañas de pejerrey a tal efecto, retirándole el tramo puntero y el último pasahílos para rematar en un puntero finalizando el tramo anterior. Esto me dejaba un tip más grueso y con mayor aguante para tirar plomos de más de 100 gramos con agarraderas.

Y en el butt, el amigo Néstor de Casali, verdadero maestro en el arte de reformar cañas, me hizo un tramo enchufable que me daba más distancia entre los brazos para poder efectuar mejor mis lances. De este modo, con dos cañas de pejerrey tuneadas que me entraran en la valija, ya tenía dos opciones para echar buenos plomos a distancia y pelear piezas grandes detrás de la rompiente. Completó el combo un posacañas en tres tramos enchufables que también viajó dentro de la valija y me permitió tener mis cañas bien posicionadas

Un arranque inmejorable

El chef del hotel donde me alojaba me dio unos camarones frescos y grandes, ideales como carnada. Y elegí como cancha de pesca las arenas blancas que separan Guarajuba de Tacimirim, un área clásica de desove de tortugas. De hecho, vimos biólogos del Projeto Tamar (Ta-Mar es Tartaruga Marina) rescatando huevos para llevar a sus incubadoras y ayudando a tortuguitas recién nacidas a ir al mar sin peligro. Un espectáculo impagable.

Allí, a primerísima hora antes de que amaneciera, ya estábamos con nuestras cañas armadas montando líneas tipo balancín y rastreras para que la carnada viajara pegada a la plomada y nos diera más distancia en el tiro. El detalle: no olvidar el hilo elástico para atar carnadas. Las aguas cálidas (22-24 ºC) no eran obstáculo para meternos hasta la cintura y mandar plomo adentro esperando suerte. 

Y esa suerte llegó rápido: en mi primer pique ni bien coloqué la caña en el mentado posacañas, el arqueo de mi vara de peje tuneada dio inequívocas señales de que algo bueno se había prendido del otro lado. Por suerte, tuve el reparo de regular bien la estrella de mi reel (un frontal de tamaño 6000, cargado con multifilamento de 15 lb (1 lb = 0,453 kg y salida de reducción de 0,70 a 0.35) y así, mientras el pez sacaba hilo, pude posicionarme para iniciar la pelea.

El sol apenas despuntaba en el horizonte y recuerdo ese momento de lucha con gran emoción, por estar pescando inmerso en una postal. Tras el clásico juego de llevadas y ganancias de vuelta de reel, pude varar en la arena un tremendo bagre de mar de unos 6 o 7 kilos, de una especie distinta a la que es habitual en nuestras aguas, más largo y de cabeza más achatada. Sin dudas una captura memorable. Aquel gran pez presagiaba una jornada inmejorable, pero los bagres que siguieron a aquella captura no se arrimaron a ese tamaño y tampoco se dio otra especie.

Por último, en otra jornada hicimos pesca de micro jigs, cheburashkas y fly con pequeñas moscas, divirtiéndonos con pescaditos de roca en los corales. Aquí también es clave estudiar las mareas, pero como resignamos toda pretensión de tamaño, aún con creciente podremos tentar mini presas como pequeños meros en piletones que se forman entre los corales. La observación siempre es importante, porque si vemos pequeños xareu (jureles) cazando, será hora de tirarles un micro jig (que por su peso nos permitirá llegar a grandes distancias) y con seguridad lo van a tomar… entonces, ¡agarrate Catalina!, porque estos pescaditos tienen una fuerza endemoniada y mandan ellos si te agarran con equipos livianos.

Quedará para otra oportunidad ir un poco más al sur y tentar róbalos en la barra de Jacuípe, playa donde desemboca el río Capivara en el mar. Estas aguas salobres se prestan para que estos predadores voraces entren a buscar presas y allí van los pescadores locales tras ellos, con cebos naturales y artificiales. Sus portes sorprenden, pues suelen pasar los 8 kilos. 
Si la pesca siempre tiene guardada para nosotros alguna sorpresa, cambiar de país y enfrentar nuevos escenarios es directamente una caja de Pandora. Todo puede ocurrir.  Y es conveniente ir bien preparados. 

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