Muertes, poder y una pelea millonaria | Radiografía de las internas del espionaje que atravesaron el caso Nisman

  • 8 minutos de lectura

Antonio “Jaime” Stiuso se mueve como celebrity entre eventos sociales de la política y la Justicia. Pese al halo de oscuridad que lo rodea, quienes lo frecuentan -jueces, políticos y empresarios- no reniegan de hacerlo. Fernando Pocino vive cerca de la playa en Pinamar y opina sobre política a través de su cuenta de Twitter, y César Milani, un poco más enredado en cuestiones judiciales por su patrimonio, presenta amparos en los tribunales consternado porque no le prestan un quincho del Ejército para festejar su cumpleaños.

Ellos eran los pesos pesados en el mundo del espionaje hace diez años, cuando apareció el cuerpo del fiscal Alberto Nisman. En el informe dado a conocer la semana pasada por la fiscalía de Eduardo Taiano, que investiga la muerte, hay numerosas alusiones a la pelea de poder que se libraba en esa época en el mundo del espionaje. Eran tiempos en los que los servicios de inteligencia argentinos estaban convulsionados y sumidos en una feroz lucha interna por el control de recursos y poder.

La conexión entre los servicios de inteligencia y la justicia federal era ya un fenómeno corriente en los años previos a la muerte de Nisman. Como fiscal a cargo de la causa AMIA, Nisman trabajaba estrechamente con Stiuso, entonces una figura central de la Secretaría de Inteligencia (SIDE). Los informes elaborados por él constituían el pilar de los dictámenes del fiscal. Esa influencia de Stiuso sobre Nisman y esa cercanía -reconocida por el informe de Taiano- marcaron un rumbo que, con el tiempo, a la par del viraje de la Argentina en materia de política exterior, lo enfrentó al gobierno de Cristina Kirchner.

Como fiscal a cargo de la causa AMIA, Nisman trabajaba estrechamente con Stiuso, entonces una figura central de la Secretaría de InteligenciaFABIAN MARELLI

En los días previos a la presentación de la denuncia de Nisman contra la entonces presidenta, crecían las versiones de que Nisman sería desplazado de su cargo de fiscal de la UFI-AMIA. El uso del espionaje para atacar, para extorsionar y para controlar estaba exacerbado. La maquinaria que había sido reforzada durante el gobierno de Néstor Kirchner -quien presentó a Nisman y a Stiuso- se había convertido en un aparato difícil de manejar.

Las pugnas internas entre facciones de la SIDE –lideradas por Stiuso y por Pocino– y el ascenso de Milani al frente de la inteligencia militar crearon un escenario de enfrentamientos cruzados y operaciones encubiertas.

A medida que Cristina Kirchner perdía confianza en la SIDE que manejaba Stiuso, los gastos del Ejército en inteligencia fueron alimentados por aumentos en sus partidas presupuestarias. Este redireccionamiento de fondos acompañó el traslado de poder de la SIDE a la inteligencia del Ejército.

En 2008, el Estado había destinado $661,24 millones a tareas de inteligencia y la SIDE era receptora del 62% de los recursos, mientras que el Ejército recibía para inteligencia el 13% de ese total. Pero a medida que la facción liderada por Stiuso comenzó a perder terreno en el gasto total para espionaje, en el Ejército aumentaban las partidas. A punto tal que en 2013, cuando Milani fue designado jefe de la fuerza, la inteligencia del Ejército alcanzó el 25% de los fondos y la SIDE redujo su porción hasta un 40%.

Milani provenía de las filas de la inteligencia militar, por lo que su nombramiento al frente del Ejército en un momento en el que Cristina Kirchner desconfiaba de la central de inteligencia fue una fuerte decisión política.

Como consecuencia de esa dinámica, la estructura paralela de la inteligencia militar tomó vida propia. Mientras la gestión de Cristina Kirchner buscaba restarle poder a la Secretaría de Inteligencia (SI), reforzaba la estructura de Milani.

Al poco tiempo de disolver la SI, después de la muerte de Nisman, se creó la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), en la que desembarcaron como autoridades Oscar Parrilli y Juan Martín Mena. Con distintas improntas -dado que Parrilli tenía más asiduidad y mejor relación con el sector de Milani- los alfiles de Cristina Kirchner en la central de inteligencia estuvieron al frente del organismo hasta el final del gobierno. Pocino sobrevivió a la purga que se hizo en esa época e incluso siguió dentro del organismo, por un tiempo, cuando desembarcaron Gustavo Arribas y Silvia Majdalani.

La salida de Stiuso de la SIDE a finales de 2014 intensificó las tensiones. Los antiguos aliados del exespía, como Francisco Larcher y Héctor Icazuriaga, también dejaron sus cargos, dejando el camino libre para que Pocino y Milani consolidaran su influencia. Según el expediente judicial, a mediados de 2014, Cristina Kirchner había citado a Larcher y le había manifestado su enojo con Stiuso.

También, el propio Stiuso declaró que le habían dado la orden de dejar de investigar el caso AMIA. El enfrentamiento era cada vez más nítido. Pocos meses habían pasado desde la muerte del Lauchón Viale, agente híper afín a Stiuso -según él mismo declaró- a quien asesinó a balazos la policía bonaerense en un procedimiento judicial en su casa. Fue parte de la escalada de operaciones sospechosas que, según los investigadores, alcanzó su clímax en los meses previos a la muerte de Nisman.

Y el espionaje seguía de cerca al fiscal. Desde intentos de hackeo a su teléfono hasta seguimientos de agentes de inteligencia militar, las pruebas sugieren un contexto de presión extrema. Incluso en sus últimas horas, Nisman intentó comunicarse con Stiuso sin éxito. “Tenía el volumen bajo. No lo escuché”, fue la explicación del exespía en su declaración judicial.

La presencia de agentes de inteligencia del aparato kirchnerista en las horas previas y posteriores a la muerte de Nisman son un elemento de sospecha en la fiscalía, que da por probado que a Nisman lo mataron, pero no logró determinar quiénes fueron los supuestos asesinos.

En cuanto al intento de hackeo al teléfono del fiscal, la Justicia tiene los nombres de dos personas de una localidad entrerriana que habrían enviado un malware desde una dirección IP que, durante ese mes, chequeaba en la base de datos de Migraciones los movimientos migratorios de Stiuso.

Sobre Diego Lagomarsino, procesado como partícipe necesario de la muerte de Nisman por haber aportado el arma de la que salió el disparo, la fiscalía afirma que pese a que todos los informes oficiales recibidos negaron que él tuviera una relación formal con la inteligencia, estaría acreditado en la causa que era un agente en las sombras.

También la irrupción del caso de Ariel Zanchetta, un expolicía acusado de haber sido un agente inorgánico de inteligencia que espió a jueces y fiscales, da cuenta de que Nisman estaba en la mira del espionaje. Entre los documentos del agente inorgánico de la AFI había información sobre la muerte del fiscal. Además, el sector del espionaje ligado a Pocino había seguido a Viviana Fein, la primera fiscal del caso, de acuerdo con la causa.

Otro hecho que conforma esta serie de eventos misteriosos fue el incendio ocurrido en la Casa Rosada durante la tarde del 17 de enero, por el que se perdieron los ingresos y egresos de la casa de gobierno que estaban en Casa Militar, y que habían sido solicitados por Nisman dentro de su denuncia.

Un caso paralelo que arroja luz sobre la dinámica interna de los servicios de inteligencia es la muerte de “Lauchón”, abatido en 2013 durante un operativo policial. En 2016, Stiuso declaró en la Justicia que la muerte de Nisman había sido un nuevo capítulo de una cadena de actos de violencia contra él y su entorno. Citó como antecedentes la muerte de Viale y el atentado a Javier Fernández, auditor general de la Nación, un hombre muy influyente para el kirchnerismo en la justicia federal, sobre todo en Comodoro Py.

El fiscal llamó a Stiuso antes de aparecer muerto, pero el exespía no lo atendióArchivo

En los últimos meses, la Cámara de Casación anuló las absoluciones de los policías involucrados en la causa por la muerte del Lauchón, reabrió el caso y exigió que Stiuso declare en un nuevo juicio. El pedido para que Stiuso sea escuchado fue repetidamente presentado por la familia del agente asesinado, representada nada menos que por los propios abogados de Stiuso, Julián Subías y Santiago Blanco Bermúdez.

A diez años de la muerte de Nisman, es una certeza en la causa que el fiscal federal era espiado. Sin embargo, esto no ha generado imputaciones ni condenas por violaciones de la ley Nacional de Inteligencia. El cúmulo de preguntas que siguen sin respuesta incluyen además: ¿Por qué Stiuso no le dijo a Nisman lo que él sabía de Allan Bogado, a quien Nisman acusó de ser un agente de Cristina Kirchner y Stiuso había denunciado como falso espía? ¿Por qué Stiuso dejó de atender las llamadas del fiscal en el momento más álgido?

En la causa por el atentado a la AMIA, cuyos responsables nunca fueron enjuiciados ni condenados, la Justicia se dedicó a castigar a los responsables del encubrimiento. La causa por la muerte de Nisman navega desde hace años con un rumbo similar. La investigación de la investigación.

Conforme a los criterios de

Más Noticias

Noticias
Relacionadas